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Regañar NO es disciplinar: La importancia de entender la diferencia

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  Ah, el regaño, el regaño, sin lugar a dudas, una de nuestras maneras favoritas de «disciplinar» a los niños. ¿Pero verdaderamente disciplinamos cuando los regañamos? Para contestar esta pregunta, vamos primero a identificar las características del regaño: Básicamente, regañar es ventilar . Cuando ventilamos «agitamos el aire», tratando de resolver con rapidez una situación que no nos agrada. Fieles compañeras de ventilar son la reprimenda , el reproche y el sermón. En todas estas ocasiones, manifestamos nuestro disgusto o expresamos lo que no nos gusta , comunicándole nuestro enojo y decepción al niño. Queremos que el niño sepa que estamos molestos y le exigimos que cambie una conducta, pero sin identificar el problema ni ofrecerle soluciones o alternativas para solucionar (corregir) ese problema. En síntesis, aunque puede ayudarnos a ventilar o desahogarnos, el improductivo regaño es una exigencia (explícita o implícita) de un cambio de conducta (ejemplo: ¡Ya te había dicho que

Corrigiendo y redirigiendo la conducta de los niños: La técnica del boomerang

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No existe técnica disciplinaria más novedosa (y divertida) que aquella donde «bumerizamos» al niño, para, como un boomerang, devolverle sus propias palabras, pero esta vez incluyendo nuestro comentario corrector. Por ejemplo, si el niño dice, « ¡Esto es difícil!», le contestamos: «Sí, entiendo que se ve difícil, pero a ti no te gusta hacer cosas de niño pequeño ni cosas fáciles». Podemos «bumerizar» al niño un paso más, preguntándole por sus ideas para solucionar el problema o para resolver la situación. Ejemplos:   Penélope : ¡El señor Chang es tan aburrido! ¿Para qué necesito algebra en primer lugar? Solo me interesa pasar esa clase para que ese maestro me deje en paz. Consejero : Sí, eso suena como una buena razón. ¿Y qué tú crees que puedes hacer para lograr que el señor Chang te deje tranquila? Adolfo : ¡La señora de la cafetería la tiene conmigo! ¡Quiero que ya deje de molestarme! Mamá : Estoy segura que te gustaría eso. ¿Qué tú crees que la señora de la cafetería te

En lugar de decirlo, ¡pregunten!

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  Nuestras preguntas de reflexión son un valioso instrumento para que los niños aprendan a percibir y a evaluar su comportamiento con mayor claridad y precisión. Una buena pregunta de reflexión, a su vez, envuelve al niño en planes , opciones y alternativas socialmente aceptables . Algunos ejemplos: ¿Qué necesitas hacer para estar listo a tiempo para la escuela? ¿Qué necesitas hacer para limpiar la leche que se derramó? ¿Cómo pueden resolver este problema tu hermano y tú? ¿Qué necesitas llevar para que no sientas frío afuera? ¿Qué planeas hacer para estar listo para tu examen de Química? ¿Qué planeas hacer para terminar tu tarea? ¿Qué necesitas que ocurra para resolver esto? ¿Puedes pensar en otra forma para hacer eso? ¿Tú crees que lo que estás haciendo te está ayudando? ¿Cómo lo puedes mejorar para conseguir lo que quieres? ¿Qué puedes hacer para reparar los sentimientos lastimados de tu hermanita? ¿Necesitas (mi) ayuda? ¿Cómo quieres que te ayude?  

Díselos en una sola palabra y te escucharán más

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¿Cansada de que los mensajes que diariamente le das a tus hijos (en particular pedirles que hagan algo y darles órdenes) parecen «caer en oídos sordos», lo que se traduce en niños que no escuchan y adultos frustrados? Aceptémoslo, el trabajo de disciplinar puede ser tedioso, es lento, y al tomarnos tanto tiempo, puede ser extenuante. Esto se complica por el simple hecho de que, a partir de la quinta o sexta palabra que sale de nuestra boca, ¡el niño deja de escucharnos! En otras palabras, a más largo y elaborado nuestro mensaje, menos nos escuchan los niños , y menos efectiva resulta nuestra disciplina. Eso explica la futilidad de nuestros largos discursos y tediosas reprimendas; la clave para que los niños nos escuchen está en la simplicidad y brevedad de nuestro mensaje , no en su complejidad ni larga duración. Ser breve, entonces, se convierte en un arte: el arte de la buena disciplina, donde hablando menos decimos más , pero en menos tiempo. Y no es tan difícil como parece, so

Sabías que…

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Cuando necesitamos redirigir la conducta del niño rápidamente, es más probable que obtengamos mejores resultados usando el protector « ¡Para!» en lugar del prohibitivo « ¡No!». Un « ¡Para!» corto pero enérgico le sugiere al niño que algo no está bien, y que algún peligro se asoma en el horizonte. Esto contribuye a que el obstinado niño pause por unos segundos para evaluar mentalmente la situación. Decirle « ¡No!», por otro lado, puede poner a los dos, adulto y niño, en una innecesaria batalla de voluntades fuertes.   Síguenos en Facebook (Haz clic en el enlace): Ir a Disciplina que impacta

Cómo enseñar a los niños a responsabilizarse por las cosas que hacen, «dándole marcha atrás» a las cosas que nos dicen

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Cuando queremos que el niño reconozca y asuma su responsabilidad por una acción o por su consecuencia, la ingeniosa técnica de revertir , devolver o dar marcha atrás usa las propias palabras del niño para «darle un viraje» o un giro a lo que el niño nos está diciendo, devolviéndole su responsabilidad por la acción o su consecuencia. Algunos ejemplos: Rolando: ¡Odio al Señor Asunción! ¡Me suspendieron porque ese maestro es tan aburrido y no sabe enseñar! Mamá: Entonces todos los niños con maestros aburridos son suspendidos… Rolando: Le grité esa palabrota a Víctor porque él me habló malo primero. Mamá: Me pregunto qué Víctor pudo haberte escuchado decir para reaccionar con una palabra fea. ¿Qué tú piensas que Víctor te escuchó decirle o hacerle que lo molestó de esa manera? Rolando: Isabel me dijo que le contestara así a Víctor. Mamá: Por lo que te escucho decir, tú eres una pequeña marioneta con hilos que solo puede moverse cuando otros mueven los hilos. ¿Quién mu