Ah, el regaño, el regaño, sin lugar a dudas, una de nuestras maneras favoritas de «disciplinar» a los niños. ¿Pero verdaderamente disciplinamos cuando los regañamos? Para contestar esta pregunta, vamos primero a identificar las características del regaño: Básicamente, regañar es ventilar . Cuando ventilamos «agitamos el aire», tratando de resolver con rapidez una situación que no nos agrada. Fieles compañeras de ventilar son la reprimenda , el reproche y el sermón. En todas estas ocasiones, manifestamos nuestro disgusto o expresamos lo que no nos gusta , comunicándole nuestro enojo y decepción al niño. Queremos que el niño sepa que estamos molestos y le exigimos que cambie una conducta, pero sin identificar el problema ni ofrecerle soluciones o alternativas para solucionar (corregir) ese problema. En síntesis, aunque puede ayudarnos a ventilar o desahogarnos, el improductivo regaño es una exigencia (explícita o implícita) de un cambio de conducta (ejemplo: ¡Ya te había dicho que
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