Cómo disciplinar a un niño oposicionista

 

Continuando con nuestra descripción previa del niño oposicionista (enlace al final de esta publicación), añadimos aquí algunas estrategias que nos ayudarán a disciplinarlos al mismo tiempo que nos mantenemos fuera de la argumentación y discordia típica de este niño.

  1. Establecer unas pocas (no más de cinco) reglas básicas y no negociables en la casa, y hacerlas cumplir usando consecuencias. Tanto las reglas básicas como la consecuencia que le aplica a cada regla deben ser conocidas por el niño por anticipado. Tenemos que ser claros en cuanto a las reglas (la conducta que esperamos) y las consecuencias que el niño encontrará por violar esas reglas. En adición, las reglas deben ser simples, de manera de que el niño no se sienta ahogado ni abrumado. Finalmente, tenemos que ser consistentes con las consecuencias. Si permitimos que el niño rompa las reglas algunas veces, pero no otras, el niño nunca aprenderá.
  2. Las reglas básicas de la casa deben hacer referencia a los problemas más importantes, obviando, ignorando o minimizando conductas de menor severidad. Por ejemplo, cuatro reglas básicas para el niño pueden ser: «En esta casa no nos pegamos unos a otros», «En esta casa no destruimos propiedad» y «En esta casa usamos lenguaje amable y hablamos en voz baja». (La última regla subdivide en dos: usar lenguaje amable y hablar en voz baja). Al introducir la regla al niño usando la expresión «en esta casa», nos «despegamos» de la regla, separándonos emocionalmente de un potencial conflicto con el niño: NO existe conflicto entre el niño y el adulto; el conflicto es entre el niño y la regla. Un maestro puede usar la frase introductoria: «En nuestra clase…».
  3. Una vez el niño ha cumplido con la consecuencia, nos alejamos en mente y actitud del incidente. Es importante que le hagamos saber al niño que cada día representa un nuevo comienzo; en otras palabras, cada día el niño tiene una nueva oportunidad para tomar mejores decisiones y para hacer las cosas mejor. Para lograr esto, necesitamos hacer dos cosas: (a) limitarnos a una consecuencia por infracción (p. ej. pegarle al hermano no videojuegos por cuatro horas) y (b) limitar la consecuencia a un periodo no mayor de 24 horas (para niños más pequeños y casos más severos, cumplir con su consecuencia puede tomar de dos horas a medio día). Pretender que nuestro niño oposicionista cumpla con una consecuencia que dura dos semanas es una invitación a que el niño fracase. Para reducir la desobediencia y oposición de los niños, nuestra mejor estrategia siempre es lograr que el niño triunfe, no hacer que fracase. El éxito atrae al éxito; el fracaso perpetúa el fracaso.
  4. Los niños oposicionistas son diestros en atraer a otras personas hacia las arenas movedizas de la discusión y el conflicto. Nuestra mejor arma para mantenernos en tierra firme no es otra que mantener un tono de voz bajo y calmado no importa lo que el niño diga, todo el tiempo. En lo posible, explicamos o mantenemos nuestra posición usando la menor cantidad de palabras posibles, y entonces, paramos de hablar sobre el asunto. Es imposible que el niño grite y discuta si no tiene a quien gritarle ni discutirle. Por el contrario, cuando nos envolvemos en el ineficaz argumento tipo «de acá para allá», permitimos que sea el niño quien controle el intercambio verbal.
  5. Reemplacemos nuestros fastidiosos « ¡No!» y « ¡Para!» por un recordatorio (frase o palabra código) que le sirve como una señal privada al niño para enseñarlo a reconocer cuando se encuentra cercano a su punto de ebullición, «ganándole tiempo» para serenarse. Como ejemplo, calmadamente le podemos decir al niño «goma de mascar» o «goma de borrar» (elegir solo una). El niño puede usar su palabra código para autoregularse cuando se encuentra solo.
  6. No podemos forzar al niño oposicionista a hacer lo que no quiere hacer, pero podemos hacer que su desobediencia no le resulte placentera. Si el niño se rehúsa y discute, simplemente le recordamos la consecuencia que aplica a la violación de la regla (p. ej. «Si no apagas la computadora ahora, una vez la apagues, no podrás volver a usarla por 24 horas»), y entonces nos alejamos de su lado. Así de simple: sin discusiones, peleas ni amenazas. Dejemos que sea la consecuencia, aplicada de manera consistente, la que hable por nosotros.
  7. Seamos empáticos con el niño, demostrándole que entendemos cómo se siente respecto a lo que le pedimos. Solo imaginen cómo nos sentiríamos si alguien entra a nuestra habitación y enfáticamente nos dice lo siguiente: «Apaga la computadora y vete a la cama ahora». Mortificante, ¿verdad? Ahora, escuchen el siguiente mensaje: «Sé que estás disfrutando tu computadora y no quieres apagarla, pero tienes que ir a la escuela mañana y necesitas descansar. Recuerda que tienes tiempo de computadora de nuevo mañana». ¿Cuál de los dos mensajes ustedes creen que un niño recibe con mejor disposición? Exacto…
  8. Demos a los niños voz y voto en cuanto a lo que ellos quieren cambiar o mejorar en sí mismos. Permitiendo que el niño gane privilegios (en lugar de perderlos) «pone la bola en su lado de la cancha». El niño sabe lo que se espera de él/ella, y también sabe lo que tiene que hacer para ganarse las cosas que le gustan. El orgullo y la satisfacción que siente cuando se gana aquello por lo cual trabajó, es altamente recompensante para el niño.
  9. Cuando el niño «empieza a salirse fuera del carril», le recordamos aquello por lo cual está trabajando, en lugar de decirle lo que perderá (lo que se le quitará) si no sigue las reglas. Es más fácil convencer a un niño a que haga algo cuando le damos el poder de ganarse algo, que cuando lo amenazamos con quitarle algo.
  10. Celebremos los éxitos de todos nuestros niños, pero en especial, de nuestro niño oposicionista. No olvidemos que, por definición, un niño oposicionista tiene dificultad en regular o controlar sus emociones, lo que conduce a frecuentes estallidos emocionales y a berrinches asociados a su pobre regulación emocional. Cada vez que notamos que el niño es capaz de manejar sus decepciones y frustraciones de manera atemperada, dejémosle saber que hemos notado y que apreciamos su esfuerzo extra.

  

Para leer su primera parte, ¿Qué es el desorden oposicionista-desafiante en los niños y cómo puedo saber si mi hijo lo tiene?, haz clic en el siguiente enlace:

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Sin premios ni castigos: La ruta hacia una disciplina basada en consecuencias

En realidad, todas nuestras reacciones en la vida, positivas y negativas, son una consecuencia. Cuando entramos en la habitación de nuestro hijo y le sonreímos ampliamente porque vemos la habitación ordenada sin que se lo hayamos pedido, eso es una consecuencia positiva. Dos horas más tarde, cuando le ponemos mala cara y refunfuñamos porque encontramos sus platos sucios en el fregadero y residuos de su almuerzo sobre la mesa, eso también es una consecuencia, ahora de carácter negativo.

Cuando usamos consecuencias para disciplinar a los niños, no solo les estamos enseñando a cumplir con sus obligaciones de manera responsable, sino que también los motivamos a mirar dentro de sí mismos para reflexionar sobre cómo pueden hacer las cosas mejor en el futuro. El poder real detrás de la disciplina basada en consecuencias es enseñar a los niños que sus conductas tienen consecuencias, no solo para sí mismos, sino también para los demás, y que tienen que pensar sobre eso antes de que actúen. De la misma manera, los niños aprenden a «rendir cuentas» por su conducta una vez crearon un desorden.

El aprendizaje básico para nuestros niños es como sigue: Todo lo que elegimos hacer siempre conduce a una consecuencia, ya sea positiva o negativa. Este primer tipo de consecuencias se conoce como consecuencias naturales y ocurren de manera automática, sin que los adultos tengamos que intervenir. Por ejemplo, si está lloviendo y el niño no usa su impermeable, el niño se mojará; tan simple como eso. Desde una temprana edad los adultos podemos empezar a enseñarles a los niños importantes lecciones que los capacitarán para toda su vida, ayudándolos a concluir que tomar decisiones responsables conduce a consecuencias positivas; por el contrario, un comportamiento mal orientado con selecciones de conducta pobres es la ruta más corta hacia las consecuencias negativas. Pensar y entender la consecuencia futura, por lo tanto, influencia la conducta futura del niño. Y ese es el origen de la motivación interna y de la autodisciplina en los niños.

Al siguiente tipo de consecuencias se le conoce como consecuencias lógicas. Es a partir de este momento que la intervención del adulto empieza. Si la niña no se viste apropiadamente para el clima frío y húmedo del exterior, simplemente no sale. Si no limpia los residuos de plastilina después que terminó de jugar, el adulto lo hace, pero entonces la niña no está autorizada a usar la plastilina por dos semanas. Este es el tipo de consecuencias que usamos cuando existe un asunto específico y las consecuencias son claras. Al tercer y más complejo tipo de consecuencias se le conoce como consecuencias impuestas no relacionadas. Usamos este tipo de consecuencias cuando no nos sentimos seguros respecto a lo que podemos hacer; también cuando existe más de una infracción por parte del niño. Resumiendo, las consecuencias (naturales e impuestas) son los resultados positivos o negativos de nuestra conducta. Experimentar las consecuencias por su conducta brinda a los niños la oportunidad de pensar sobre lo que hicieron y cómo pueden enmendar lo que hicieron cuando el resultado no es satisfactorio. La fórmula no puede ser más simple: usamos consecuencias positivas para reforzar la conducta de los niños e imponemos consecuencias negativas para desalentar su conducta negativa.

No «doremos la píldora», sabemos bien que existen niños que no responden de la manera que esperamos a las consecuencias, particularmente si las mismas son desagradables para ellos (impuestas no relacionadas). Una queja común en muchos padres es: «Si ya le he quitado todo lo que le puedo quitar a mi hijo y los problemas persisten, entonces, ¿cómo lo disciplino?». En esta guía de autoayuda para padres y maestros encontrarán numerosas pautas y estrategias para estos desalentados adultos.

Ayudamos más a un niño que se siente frustrado y enojado cuando, con nuestras palabras y acciones lo apoyamos emocionalmente, enfocándolo en cómo puede manejar mejor su conducta agresiva y sus sentimientos hostiles. El mejor mensaje para darle a un niño ya agitado o consternado no es otro que: «Vamos a solucionar esto juntos». Los modelos RET y SPS introducidos en «Sin premios ni castigos: La ruta hacia una disciplina basada en consecuencias» nos orientan en cómo desarrollar destrezas para apoyar emocionalmente a los niños.

Tópicos desarrollados en esta guía

Autocontrol

Autorregulación emocional

Inteligencia emocional

Motivación extrínseca/Motivación intrínseca

Disciplina a corto plazo/Disciplina a largo plazo

Crítica negativa/Crítica positiva

Pautas para criticar/elogiar/animar a los niños

Consecuencias naturales

Consecuencias relacionadas o lógicas

Consecuencias negativas/Consecuencias positivas

Consecuencia impuesta relacionada/Consecuencia impuesta no relacionada

El uso del tiempo fuera

La suspensión de privilegios

Aprendiendo a usar el mandato alfa

Intervenciones especiales para niños que no responden bien a las consecuencias

Cuando las consecuencias impuestas no mejoran la situación: Cómo desarrollar un diálogo orientado hacia la solución del problema

Dándole apoyo emocional al niño

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