Para corregir la conducta de los niños NO es necesario decirles las cosas con enfado ni regañando.

 



 

Aquí te presentamos una lista de estrategias que puedes usar para «limpiar» tu disciplina de fastidiosos sermones, regaños y amenazas.

Prepara tu mensaje al niño por anticipado

Tenemos que asegurarnos de que nuestro mensaje al niño sea claro, esto es, que esté limpio de ambigüedades y de ideas contradictorias, lo que en primer lugar significa que tenemos que tener un mensaje para el niño. El propósito principal de toda disciplina siempre es enviarle un mensaje al niño (El mensaje de que algo que el niño hizo no nos gustó y lo que queremos que haga en su lugar). Si no tenemos un mensaje para el niño, todo lo que estamos haciendo es ventilando nuestro coraje y frustración. La mejor corrección a un niño es la corrección que ofrece ideas, hace sugerencias, presenta alternativas y hace recomendaciones que el niño puede usar para cambiar su conducta.

Baja el tono de la voz

Al disciplinar a tu hija, reduce el tono de la voz y habla d-e-s-p-a-c-i-o. Esto te ayudará a proyectarte confiada y a mantenerte calmada. Hablar rápido, alto y peor aún, con coraje, «empuja» nuestro mensaje, o lo que le queremos comunicar a la niña, escondiéndolo detrás de todo el ruido, aspereza y dureza que acompañan al mensaje más severo.

Mantente en el presente

No vivas en el pasado, insistiendo en algo que ocurrió semanas atrás. Ni el niño ni tú pueden borrar lo que ya se hizo, entonces, ¿por qué insistir en eso? Corrige exclusivamente conducta que está pasando aquí y ahora.

Habla solo sobre acciones específicas al problema

Usa lenguaje específico a la conducta del niño, describiendo lo que estás viendo y escuchando. Es importante evitar nuestras inferencias o deducciones, interpretaciones, juicios y opiniones negativas sobre el comportamiento del niño. Podemos empezar una discusión respecto a la conducta problemática del niño diciendo algo así: «Hablemos un ratito sobre la manera en que manejaste esta situación con Kevin. ¿Tú crees que haberle pegado a Kevin (descripción de la conducta) mejoró las cosas entre ustedes?». (Para enfocar al niño en lo que hizo y lo que dijo durante el conflicto. También en lo que pudo haber hecho diferente).

Hazte dueño de tu mensaje

Cambia los mensajes tipo «Tú eres…» a mensajes tipo «Yo siento…»  o «Yo soy…». Por ejemplo, en lugar de decirle al niño « ¡Tu boquita de letrina siempre te está metiendo en problemas!» (Tú), decimos, «Me siento incómoda porque no me gusta que me hablen gritando y diciendo palabras feas» (Yo).

Reta al niño

Cuando discutamos problemas de mal comportamiento con un niño, la regla básica que siempre debemos honrar es mantener nuestra disciplina simple pero retadora. El mensaje más simple y al mismo tiempo más estimulante que le podemos dar a un niño, cualquier niño, incluyendo a niños típicamente desobedientes, niños oposicionistas y niños desafiantes, es: «Conecta con lo mejor de ti». La clave para lograr mejorar la conducta de nuestros niños de manera estable y que dure (a largo plazo) no es otra que enfocarlos en sus mejores cualidades, atributos y talentos, y en cómo esas cualidades pueden ayudarlos a fortalecer áreas más débiles.

Presenta direcciones positivas

Evitemos usar direcciones negativas que les dicen a los niños lo que no queremos que hagan; por ejemplo, «No hagas ruido» o «No golpees a tu hermana». Para una corrección efectiva, el niño necesita escuchar direcciones positivas que claramente le dicen lo que debe estar haciendo en ese momento (en lugar de lo que no debe hacer). Por ejemplo: «Noel, te quedan 15 minutos para terminar de ordenar tus juguetes. Distraerte en otras cosa no te ayuda». Con un poco de esfuerzo, podemos aprender a cambiar nuestros típicos mensajes negativos como «No corras» o «No grites» por instrucciones correctivas como «Camina» y «Habla bajito».

Reemplaza « ¿Por qué?» con « ¿Qué?» o « ¿Cuál?»

 Evitemos preguntarle al niño « ¿Por qué (hizo algo)?». (Por ejemplo: « ¿Qué pasó por tu cabeza? ¿Por qué tuviste que pegarle a Kevin?»). La mayoría de los adultos desconocemos por qué hacemos muchas de las cosas que hacemos, así que, ¿qué nos hace pensar que nuestros inmaduros niños tienen la respuesta a esta profunda pregunta? La conducta de los niños se corrige cuando contestan « ¿qué?» o « ¿cuál?», no « ¿por qué?». Ejemplos:

  • ¿Cuál es la regla en nuestra casa sobre golpear a otros niños?
  • ¿Qué es lo que se supone que hagas en su lugar?
  • ¿Qué puedes hacer ahora para aliviar los sentimientos heridos de tu hermanita?

Como alternativa:

  • Tu hermanita se ve triste. ¿Cómo puedes ayudarla a que se sienta mejor?

Usa lenguaje temporal, cargado de alentadoras expectativas positivas

Hablemos usando palabras que le comunican al niño nuestra creencia de que la conducta problemática puede durar por algún tiempo, pero ni es fija ni es permanente (lenguaje temporal); sabemos que en algún momento cambiará (nuestra expectativa positiva). Es solo cuestión de tiempo (cuándo) para que este cambio positivo ocurra. Por ejemplo, le podemos decir al niño, «En los próximos días (lenguaje temporal), cuando ya no sientas coraje sobre esto (expectativa positiva), verás como tu ánimo mejora».

Muestra interés y revélale tu preocupación

En lugar de poner de manifiesto nuestro coraje y revelar nuestra frustración, expresamos interés por el bienestar del niño y le revelamos nuestra preocupación por una conducta que, si continúa, puede terminar perjudicándolo y lastimándolo. Un tono preocupado le comunica al niño que él/ella es valioso y que nos importa. Un tono cargado de coraje, frustración y sarcasmo, por otro lado, «entierra» nuestro mensaje corrector dentro de todo ese «ruido» (gritos) y palabras duras.

Acentúa y transfiere la conducta positiva del niño

Cuando le hablamos de esas cosas que el niño ya está haciendo bien, como una regadera echándole agua a las plantas, «regamos» y dispersamos la conducta positiva del niño hacia sus áreas más débiles o de ejecución más pobre. En palabras simples, le hacemos saber al niño que «Si puedes (o sabes) hacerlo bien aquí, lo puedes (sabes) hacer bien allí».

«Cierra» la conducta negativa

Al hablar con la niña sobre una conducta problemática o negativa, hazlo como si fuese algo de un distante pasado, aun cuando la conducta haya ocurrido apenas cinco minutos atrás. Siempre habla sobre las conductas negativas usando el tiempo pasado de los verbos o como algo que ya pasó.

Abre la mente del niño a la posibilidad de una mejor conducta en el futuro

Al mismo tiempo que le estamos hablando sobre su mal comportamiento como algo del pasado o que ya pasó, usamos verbos (acciones) en tiempo futuro para crear expectativas positivas en la mente del niño, abriendo su imaginación a la posibilidad de que esas expectativas positivas ocurran. Los mensajes que nuestros niños, todos nuestros niños, necesitan escuchar de los adultos son esos mensajes que los inspiran a imaginar cómo las cosas pueden ser mejor y van a ser mejor. Por ejemplo, le decimos al niño que algún día (o en algún momento) (sin especificar cuándo) sabemos que su comportamiento va a mejorar. Mantenemos ese «cambio» o «mejoría» en la conducta del niño indefinida y sin fecha de expiración, para que llegue cuando el niño se sienta listo o esté capacitado para la misma.

Siempre separa al actor (el niño) de la acción (su conducta)

Asegúrate de que el niño entienda que, a pesar de que es él (niño) quien hace su conducta, él no es su conducta. Tenemos que reemplazar todos esos resentidos mensajes donde «le ponemos una etiqueta» al niño, culpándolo por su conducta (p. ej. « ¡Eres un egoísta!»), con mensajes que hacen referencia a su comportamiento o a lo que hizo (p. ej. «Te estás comportando de manera egoísta»). En otras palabras, «etiquetamos» la conducta del niño, no su carácter ni su identidad.

Enfoca en la meta de la niña, no en tu meta

Nuestros mensajes a los niños siempre deben ser mas sobre «Sé lo mejor que tú puedes ser» (la meta de la niña) y menos sobre «Compórtate como yo quiero que tú te comportes» (la meta del adulto).

Enfócala en la meta de la autodisciplina

La disciplina siempre es más efectiva y duradera cuando «viene de adentro» (autodisciplina), en lugar de ser impuesta desde el exterior por un padre o adulto. Para lograr esto, ayudamos a la niña a identificar una meta personal a largo plazo; entonces rompemos esa meta más grande en pasos más pequeños y más fáciles para la niña de manejar y de completar (metas a corto plazo). De esta manera nos aseguramos de que la niña tenga éxito en su ruta hacia la meta mayor, pero en incrementos más pequeños. Nada atrae al éxito como un éxito anterior; con su meta a largo plazo siempre en la mente de la niña la motivamos a que fortalezca su autodisciplina.

Dale opciones y ofrécele alternativas

Asegurarnos de que la niña se responsabilice por las cosas, buenas y malas, que hace; esto es, la niña entiende que es ella la que eligió esa conducta en particular y solo ella es responsable por sus decisiones personales. Otro aspecto de su conducta que la niña tiene que entender es que, irrespectivo de lo que elegimos hacer, nuestras acciones siempre tienen consecuencias y estas consecuencias pueden ser negativas, positivas o ambas. Una vez nuestros niños entienden que su comportamiento es elegido por ellos mismos podemos empezar a formar su gran lección para la vida: «Debido a que yo soy el responsable por las decisiones que tomo, también soy la única persona responsable por las cosas que hago».

 

 

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Sin premios ni castigos: La ruta hacia una disciplina basada en consecuencias

En realidad, todas nuestras reacciones en la vida, positivas y negativas, son una consecuencia. Cuando entramos en la habitación de nuestro hijo y le sonreímos ampliamente porque vemos la habitación ordenada sin que se lo hayamos pedido, eso es una consecuencia positiva. Dos horas más tarde, cuando le ponemos mala cara y refunfuñamos porque encontramos sus platos sucios en el fregadero y residuos de su almuerzo sobre la mesa, eso también es una consecuencia, ahora de carácter negativo.

Cuando usamos consecuencias para disciplinar a los niños, no solo les estamos enseñando a cumplir con sus obligaciones de manera responsable, sino que también los motivamos a mirar dentro de sí mismos para reflexionar sobre cómo pueden hacer las cosas mejor en el futuro. El poder real detrás de la disciplina basada en consecuencias es enseñar a los niños que sus conductas tienen consecuencias, no solo para sí mismos, sino también para los demás, y que tienen que pensar sobre eso antes de que actúen. De la misma manera, los niños aprenden a «rendir cuentas» por su conducta una vez crearon un desorden.

El aprendizaje básico para nuestros niños es como sigue: Todo lo que elegimos hacer siempre conduce a una consecuencia, ya sea positiva o negativa. Este primer tipo de consecuencias se conoce como consecuencias naturales y ocurren de manera automática, sin que los adultos tengamos que intervenir. Por ejemplo, si está lloviendo y el niño no usa su impermeable, el niño se mojará; tan simple como eso. Desde una temprana edad los adultos podemos empezar a enseñarles a los niños importantes lecciones que los capacitarán para toda su vida, ayudándolos a concluir que tomar decisiones responsables conduce a consecuencias positivas; por el contrario, un comportamiento mal orientado con selecciones de conducta pobres es la ruta más corta hacia las consecuencias negativas. Pensar y entender la consecuencia futura, por lo tanto, influencia la conducta futura del niño. Y ese es el origen de la motivación interna y de la autodisciplina en los niños.

Al siguiente tipo de consecuencias se le conoce como consecuencias lógicas. Es a partir de este momento que la intervención del adulto empieza. Si la niña no se viste apropiadamente para el clima frío y húmedo del exterior, simplemente no sale. Si no limpia los residuos de plastilina después que terminó de jugar, el adulto lo hace, pero entonces la niña no está autorizada a usar la plastilina por dos semanas. Este es el tipo de consecuencias que usamos cuando existe un asunto específico y las consecuencias son claras. Al tercer y más complejo tipo de consecuencias se le conoce como consecuencias impuestas no relacionadas. Usamos este tipo de consecuencias cuando no nos sentimos seguros respecto a lo que podemos hacer; también cuando existe más de una infracción por parte del niño. Resumiendo, las consecuencias (naturales e impuestas) son los resultados positivos o negativos de nuestra conducta. Experimentar las consecuencias por su conducta brinda a los niños la oportunidad de pensar sobre lo que hicieron y cómo pueden enmendar lo que hicieron cuando el resultado no es satisfactorio. La fórmula no puede ser más simple: usamos consecuencias positivas para reforzar la conducta de los niños e imponemos consecuencias negativas para desalentar su conducta negativa.

No «doremos la píldora», sabemos bien que existen niños que no responden de la manera que esperamos a las consecuencias, particularmente si las mismas son desagradables para ellos (impuestas no relacionadas). Una queja común en muchos padres es: «Si ya le he quitado todo lo que le puedo quitar a mi hijo y los problemas persisten, entonces, ¿cómo lo disciplino?». En esta guía de autoayuda para padres y maestros encontrarán numerosas pautas y estrategias para estos desalentados adultos.

Ayudamos más a un niño que se siente frustrado y enojado cuando, con nuestras palabras y acciones lo apoyamos emocionalmente, enfocándolo en cómo puede manejar mejor su conducta agresiva y sus sentimientos hostiles. El mejor mensaje para darle a un niño ya agitado o consternado no es otro que: «Vamos a solucionar esto juntos». Los modelos RET y SPS introducidos en «Sin premios ni castigos: La ruta hacia una disciplina basada en consecuencias» nos orientan en cómo desarrollar destrezas para apoyar emocionalmente a los niños.

Tópicos desarrollados en esta guía

Autocontrol

Autorregulación emocional

Inteligencia emocional

Motivación extrínseca/Motivación intrínseca

Disciplina a corto plazo/Disciplina a largo plazo

Crítica negativa/Crítica positiva

Pautas para criticar/elogiar/animar a los niños

Consecuencias naturales

Consecuencias relacionadas o lógicas

Consecuencias negativas/Consecuencias positivas

Consecuencia impuesta relacionada/Consecuencia impuesta no relacionada

El uso del tiempo fuera

La suspensión de privilegios

Aprendiendo a usar el mandato alfa

Intervenciones especiales para niños que no responden bien a las consecuencias

Cuando las consecuencias impuestas no mejoran la situación: Cómo desarrollar un diálogo orientado hacia la solución del problema

Dándole apoyo emocional al niño

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