La mente emocionalmente inflexible: Un crudo retrato emocional del niño oposicionista-desafiante
Etiquetas: Emociones del niño, educación emocional, niños oposicionistas, niños desafiantes, niños difíciles para disciplinar, niños con coraje habitual, niños propensos al coraje, niños con problemas de coraje
Los niños oposicionistas-desafiantes pueden exhibir algunas, la mayoría o todas las características que se listan a continuación:
Los niños oposicionistas-desafiantes padecen arrebatos o estallidos frecuentes de coraje que parecen fuera de proporción en relación a la situación o al evento. Al sentirse irritados o enojados constantemente, estos niños tienden a pensar negativamente la mayor parte del tiempo, sobre sí mismos, sobre las otras personas («Las otras personas son malas»), sobre las situaciones, incluso respecto al mundo («El mundo es malo»).
Al encontrarse con eventos o situaciones que les resultan difíciles o que los retan, los niños emocionalmente inflexibles exhiben un patrón del pensamiento conocido como el pensamiento catastrófico. Esta es una manera negativa y pesimista de pensar donde el niño asume que lo peor que puede pasar en esa situación es lo que va a ocurrir.
El coraje habitual del niño oposicionista-desafiante es congruente con su autoimagen; esto es, sentirse con coraje todo el tiempo parea con su personalidad, por ejemplo, «No puedo cambiar esto. Es que yo soy así». Al percibirse como un individuo corajudo y que «pierde los estribos con facilidad», esta creencia del niño se convierte entonces en su profecía personal o en una profecía autorrealizable donde el niño se comporta de acuerdo a lo que percibe o a lo que cree de sí mismo, creencia que a su vez es validada por los frecuentes estallidos de coraje y las conductas negativas del niño.
Los niños oposicionistas-desafiantes exhiben una pobre tolerancia a la frustración (a no poder conseguir lo que desean o lo que quieren), demandando que todas sus necesidades, físicas y emocionales, sean satisfechas de inmediato. Estos niños también se caracterizan por un pobre control interno o un pobre autocontrol.
Uno de los tipos de coraje más comunes en todos los niños es el que conocemos como coraje explosivo. Esta impresionante y ruidosa expresión de coraje se caracteriza por una rápida aparición de sentimientos de enojo, fuertes e intensos, acompañados por la pérdida de autocontrol del niño, como ejemplo, el niño sufre un berrinche o una rabieta. Que nuestro niño tenga su berrinche ocasional no debe ser motivo de mayor preocupación. En algún momento en sus vidas, nuestros dramáticos pequeñines exhibirán este tipo de conducta. Para el niño oposicionista-desafiante, sin embargo, la historia es diferente. Para este niño, cualquier fastidio o molestia menor conduce a un estallido emocional de grandes proporciones.
Las conductas oposicionistas (negativas y hostiles) y no conformarse a las normas (la desobediencia) son comunes en los niños oposicionistas-desafiantes. Estos niños también exhiben conductas agresivas en mayor proporción a la exhibida por niños típicos para su edad.
Los niños oposicionistas-desafiantes muestran reacciones emocionales inflexibles hacia diferentes situaciones, identificando y «etiquetando» la mayoría de las cosas que les pasan como hostiles, y como oportunidades para sentir y expresar su emoción favorita: el coraje.
Estos niños tienen un vocabulario emocional limitado, lo que inhibe su habilidad para expresar diferentes sentimientos usando diferentes palabras; por ejemplo, poder decir, «Me siento… (contenta, indignada, rechazado, maravillada, irritado, fastidiado/contrariado, despechado, avergonzado, enojado, decepcionada o desanimada)». Sin un vocabulario emocional adecuado, los niños no pueden «etiquetar» (identificar) sus sentimientos y emociones de manera precisa, lo que a su vez limita su capacidad para manejar sus sentimientos de manera efectiva.
Los niños emocionalmente inflexibles exhiben lo que la literatura cognitiva conoce como visión de túnel, visión periférica o visión limitada. Esto no es otra cosa que una estrechez en las cosas que el niño percibe; por ejemplo, el empujón accidental que recibe de otro niño es percibido como un acto intencional y malicioso que requiere contraatacar o vengarse. El pensamiento rígido del niño emocionalmente inflexible luce impenetrable a otros estímulos en su medioambiente que sugieren explicaciones alternativas, explicaciones diferentes al evento o explicaciones neutrales, todas explicaciones que pueden generar sentimientos positivos en lugar de negativos y que ayudan al niño a mantener la calma, evitándose problemas adicionales.
Nuestros niños en general tienen dificultad separando su conducta de su identidad. Muchos niños no entienden que «tú haces tu conducta, pero tú no eres tu conducta». Esta idea resulta particularmente difícil de comprender para niños propensos al coraje, niños oposicionistas, niños con pobre tolerancia a la frustración y niños con problemas de conducta. Es mucho más fácil modificar el comportamiento de un niño que cambiar su identidad o su personalidad, por eso, «sembrar» en la mente de todos los niños esta importante idea es vital para desarrollar su autocontrol y fortalecer su autoimagen.
Los niños oposicionistas-desafiantes son altamente sensitivos y reactivos a la crítica percibida o a la crítica que viene de otras personas, interpretando las sugerencias, observaciones y cualquier otro tipo de información personal que reciben como negativa, peor aún, acusatoria. Su sensibilidad extrema provoca que se irriten fácilmente y que se sientan ofendidos a la menor sospecha de crítica. Aborrecen nuestros sermones; tampoco les gusta recibir consejos ni escucharnos decir lo que ellos deberían hacer.
Los niños oposicionistas-desafiantes actúan por impulso, no por pensamiento. O lo que es lo mismo, son sus impulsos los que los guían, con poca o ninguna consideración a las consecuencias. Al fallar en realizar un chequeo cognitivo (chequeo mental) de sus pensamientos y sentimientos, su pobre discernimiento evita que entiendan la causa de sus dificultades emocionales o sociales, a su vez, fallando en hacer la conexión entre su temperamento impulsivo y sus problemas de conducta. Estos niños tienden a minimizar sus problemas en la escuela.
Con poco o ningún entendimiento sobre como ellos contribuyen a crear su problema o conflicto, los niños oposicionistas-desafiantes siempre culpan a las otras personas o a los eventos externos por el problema. En la mente del niño, él/ella no es responsable por su propia conducta, ubicando cualquier responsabilidad (y la culpa) fuera de sí mismos. Otro niño o las otras personas siempre son acusados, culpados y condenados («Debe pagar por lo que me hizo»), en una distorsionada manera de pensar conocida en la literatura clínica como la condenación del otro y condenar al mundo.
Los niños oposicionistas-desafiantes interpretan situaciones o eventos neutrales de acuerdo a su propio sistema de creencias pesimista y negativo. Una creencia común de estos niños es que «todos están contra mí». Debido a su pensamiento unidimensional (que se mueve en una sola dirección), estos niños presentan dificultad interpretando correctamente los estímulos y las señales sociales que recibe del medioambiente, entre ellos, el tono de la voz y los gestos de la otra persona. Como ejemplo, es común ver como el niño grita y gesticula en desagrado a pesar de que la otra persona le está hablando en un tono de voz bajo y usa palabras amables. Cuando esto sucede, estamos frente a un niño que falló en «decodificar» toda la información, pistas y señales ambientales o de su entorno que eran relevantes a la situación. Al interpretar la gran mayoría de los gestos de otras personas como agresivos, en la mente de este niño, un evento neutral se distorsiona, percibiéndose como una situación amenazante de la cual el niño siente que tiene que defenderse.
Los niños emocionalmente inflexibles distorsionan la información o lo que sucedió, producto de percepciones o representaciones erróneas en su mente que cambian el evento o la situación. Cuando les pedimos que nos relaten lo que sucedió, estos niños revelan una percepción restringida de la realidad, enfocándose solo en una parte: la parte que «encaja» o que satisface su sistema de creencias.
Los niños de pensamiento rígido e inflexible tienen dificultad viendo o percibiendo las cosas desde la perspectiva de otra persona (toma de perspectivas). Por esa razón, estos niños no reconocen el efecto negativo de su conducta sobre otros, o cómo otros se sienten en relación a su conducta. Los niños oposicionistas y los niños desafiantes, en particular, muestran falta de empatía (ponerse en la situación emocional del otro) por los sentimientos de otras personas. A su vez, todos estos niños evidencian pobres destrezas sociales o interacciones pobres tanto con pares (otros niños) como con adultos. Esto a su vez dificulta su capacidad para resolver problemas de índole social o problemas de interacciones. Un niño emocionalmente rígido e inflexible no sabe cómo producir un número razonable de posibilidades o soluciones de manera de que todos los implicados en el conflicto se sientan satisfechos con su solución. Sin embargo, aunque resulta difícil, SÍ es posible enseñarle destrezas para solucionar problemas sociales (SPS) a los niños oposicionistas.
Los niños oposicionistas-desafiantes ni se ven afectados ni responden bien a las consecuencias sociales (el niño puede verse indiferente o insensible). Con estos niños, un sistema de recompensas y castigos (p. ej. estampillas y premios) por sí solo no funciona bien. El castigo mal administrado y errático (p. ej. perder privilegios) está destinado a fracasar.
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Sinopsis:
Un informativo viaje dentro del fascinante mundo emocional del niño para entender los pensamientos y sentimientos que, de manera negativa o positiva, influencian su comportamiento. Aplicando los principios RET (pienso — siento — actúo), nuestros niños aprenden a superar los retos de sus situaciones personales difíciles, manejando mejor su mundo emocional.
Descripción larga:
«RET: La fórmula para educar niños emocionalmente inteligentes» de Carmen Y. Reyes es una innovadora guía psicoeducativa para padres, maestros y otros profesionales al servicio de los niños. Por décadas, los maestros y personal auxiliar sirviendo a niños con necesidades especiales han usado intervenciones cognitivas-emotivas para ayudar a niños crónicamente disruptivos, en particular, niños con problemas de coraje recurrente y niños agresivos. Siguiendo un sistema de regulación emocional conocido como «Modelo ABC de las Emociones», los niños estresados aprenden cómo su conducta agitada en el punto C (la consecuencia) no es una reacción a lo que les pasó en el punto A (el antecedente), sino una reacción a lo que ocurrió en el punto B (el punto de sus creencias o beliefs en inglés); o lo que es lo mismo, la conducta alborotada del niño en C es una reacción a B; o sea, una respuesta a su creencia o a lo que el niño está pensando y creyendo sobre lo que le pasó. Más específicamente, los sentimientos de coraje del niño y sus conductas agresivas son consecuencia directa de ambos: (a) sus pensamientos negativos acerca de lo que le pasó y (b) su habla privada o personal negativa (las cosas negativas y pesimistas que el niño se está diciendo a sí mismo). Influenciándose mutuamente, los pensamientos negativos y su habla privada pesimista son creados y repetidos hasta la saciedad en la mente del niño en su punto emocional B, o en el nivel de sus creencias. Central a la filosofía RET está la premisa de que las cosas que nos pasan (los eventos) no son ni buenos ni malos; ni positivos ni negativos. Por lo tanto, los eventos no nos influencian; tampoco determinan nuestra conducta o las cosas que hacemos. Lo que verdaderamente nos influencia a comportarnos como lo hacemos es nuestra percepción e interpretación personal de A (del evento). Por ejemplo, al percibir el evento como «horrible y espantoso; una pesadilla», el niño «le pega una etiqueta negativa» a ese evento (el evento fue «humillante» para el niño), y entonces, el niño reacciona a su etiqueta (humillado y en actitud vengativa), en lugar de responder objetivamente al evento actual. Si pensamos esto más detenidamente, podemos darnos cuenta de que en esta premisa RET existe una poderosa idea: Nuestras emociones, positivas y negativas, no ramifican de nuestro medioambiente o de las cosas que nos pasan, sino de lo que pensamos y creemos acerca de las cosas que nos pasan. Esto conduce directamente a un segundo postulado, quizás más empoderante que el anterior: Todos tenemos un alto grado de control sobre la manera en que nos comportamos y sobre nuestra conducta en general. Si no nos gusta la forma en que nos estamos sintiendo (o comportando) en relación a un evento, todo lo que tenemos que hacer es cambiar la manera en que estamos pensando en relación a ese evento. En esta informativa guía en educación emocional, la autora detalla el procedimiento RET para niños, presentando intervenciones especialmente diseñadas para ayudar a los niños a tomar el mando de sus sentimientos, lo cual, por extensión, los ayuda a asumir sus responsabilidades personales y a reclamar el control sobre su propia conducta. El modelo RET y sus procedimientos son apropiados para manejar niños con problemas de coraje, con déficits en destrezas sociales/pobres interacciones, o simplemente para ayudar a niños con conductas típicas, pero que están batallando contra las preocupaciones y pesares inherentes a su crecimiento mental y emocional.
Tópicos desarrollados en esta guía:
Autocontrol
Autodisciplina
Autoeficacia
Autoestima del niño
Autoimagen del niño
Autonomía y responsabilidad
Pesimismo/Optimismo
Dando apoyo emocional al niño
Niños estresados
Manejo del coraje
Conducta del niño
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Inteligencia emocional
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