Cómo «silenciar el grito» de un niño enojado
A continuación comparto algunas «orejitas» para
apaciguar a un niño con coraje y que se resiste a escuchar.
Baja
el volumen de tu voz
Reduce el tono de tu voz y deliberadamente
habla d-e-s-p-a-c-i-o. Este simple «truquito» te ayuda de dos maneras: (a) le
proyectas serenidad a tu niño y (b) proyectas confianza en lo que estás
haciendo. Cuando el niño percibe tu tranquilidad, él se tranquiliza, y con tu
reconfortante serenidad, llega la seguridad del niño. Un tono de voz alto y
rápido, por otro lado, comunica principalmente coraje; como toda emoción, el
coraje es contagioso, así que evita reforzar esta emoción negativa en un niño
que ya está enojado.
Mantente
en el presente
No menciones desobediencias pasadas, por
ejemplo, mencionar algo que tu niña hizo dos semanas atrás que no te gustó.
Habla exclusivamente lo que está ocurriendo
aquí y ahora.
Responsabilízate
por tu mensaje
Somos los dueños de las cosas que decimos,
por eso, hazte responsable por tus palabras. Cambia todo mensaje en segunda
persona; por ejemplo: «Tú eres…» a
primera persona (ejemplos: «Yo soy…», «Yo siento…», «A mí no me gusta…»). En
lugar de decirle al niño: « ¡(Tú) eres un grosero!», podemos decir: «Me siento
incomoda porque a mí no me gusta escuchar
groserías».
Usa
lenguaje temporal o lenguaje relativo al tiempo
Comunicándole a tu niño una expectativa de cambio, más específicamente,
mencionando que su conducta (o su sentimiento actual) es de corta duración y te
sientes segura de que en cualquier
momento se le pasará, vas preparando al niño mentalmente para «el momento
del cambio». Un ejemplo: «En las próximas
horas, cuando ya no sientas coraje con tu hermano…».
Camina
al niño de más coraje a menos coraje
Reducir la intensidad del coraje en el niño de
«fin del mundo» a «situación frustrante». Si usamos nuestras palabras
sabiamente, podemos crear la imagen que queremos que el niño «vea» en su mente.
Caminamos al niño de mayor a menor intensidad cuando mencionamos su coraje,
pero bajándole un nivel cada vez. Por ejemplo: «Puedo ver que sientas coraje…», «Sé que estás molesto…», «Esta situación te mortifica…», y culminando en: «Entiendo
que te sientas frustrado con esta situación…».
«Cierra»
la conducta negativa del niño
Habla de la conducta negativa como algo que ocurrió
en un pasado distante, aunque la infracción haya ocurrido cinco minutos atrás.
Toda referencia a la conducta negativa del niño siempre debe hacerse en tiempo
pasado; por ejemplo: «Cuando te sentías
molesto con tu hermano…».
«Abre»
la mente del niño a la posibilidad de una mejor conducta en el futuro
Al mismo tiempo que ubicamos la conducta
negativa del niño en su pasado, usamos verbos (acciones) en tiempo futuro, para
abrir su mente a un futuro positivo, alimentado por expectativas optimistas y
positivas. Recuérdale al niño que, aunque está teniendo una mañana difícil, en cualquier momento empezará a sentirse
mejor. Por la tarde, o tal vez mañana por la mañana, podrá ver las cosas de
manera diferente. No especifiques cuándo pasará, ni exactamente cómo ocurrirá,
para que puedas crear una persuasiva expectativa
de cambio, indefinida y ambigua. Así
aseguramos que «el cambio» (mensaje ambiguo) ocurre cuando el niño se siente emocionalmente listo (mensaje
indefinido).
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